Mercedes Tarragona tenía 22 años y Daniel Genovesi, 26. Ella era religiosa, hermana de la congregación Mercedarias del Niño Jesús. Él, sacerdote católico. El escenario: Venado Tuerto. Su historia de amor –sí, de amor- será editada este año en un libro autobiográfico escrito por Daniel, y la productora de una distribuidora de contenidos estadounidense ya está en tratativas para crear una miniserie audiovisual basada en esta historia.
Todo comenzó cuando la hermana de la congregación Mercedarias del Niño Jesus, Mercedes Tarragona, de 22 años, y el sacerdote católico, Daniel Genovesi, de 26, se conocieron trabajando y compartiendo actividades hasta que el afecto entre compañeros pasó a ser algo más.
Su historia de amor quedó plasmada en un libro autobiográfico escrito por Daniel, y junto a una productora de una distribuidora de contenidos estadounidense están evaluando la posibilidad de que su historia se convierta en una miniserie audiovisual.
Durante una entrevista a La Nacion, Mercedes explicó cómo fueron esos comienzos en su relación con Daniel y la iglesia: “Yo estaba en el convento desde los 17 y la formación general en mi momento se basaba en la cabeza. No se hablaba de lo que se sentía, no había educación emocional. Yo ni siquiera sabía qué me estaba pasando. Era lindo, pero no sabía qué era. Sentía que éramos amigos espirituales, como Santa Escolástica y San Benito. Si yo me hubiera dado cuenta de que sentía amor, no me hubiera dado permiso. Era una necesidad de que estuviera el otro, de que el tiempo no se fuera... pero no sabía cómo justificarlo".
Por otro, Daniel explicó que con Mercedes empezaron a trabajar juntos y con el correr del tiempo, fue creciendo el afecto. "No estaba preparado para encontrarme con ella. Y cuando me encontré con ella, me pasaron un montón de cosas. Yo había ingresado al seminario en cuarto año del secundario y nunca había estado de novio. Nunca me había enamorado”.
Y agregó: "Ahora, a la distancia, puedo ponerle esas palabras, pero en ese momento era gusto y necesidad de estar más próximo a ella, de querer tener más tiempo de encuentro. Y tal vez lo que más me sorprendió a mí mismo fue que unos seis meses después de habernos conocido, una mañana de Navidad sentí deseos de llamarla por teléfono. No sabía para qué, y levanté el teléfono y pensé que algo se me iba a ocurrir. Pero no lo profundicé. Era tan alto el nivel de negación, de represión interna, que lo dejé pasar.
A Venado Tuerto por amor
Tiempo después, Mercedes sale del convento pensando que no iba a volver a ver nunca más a Daniel, pero el destino siempre los volvía a cruzar. Un día, Daniel le dice: "Venite a Venado Tuerto que trabajamos en la diócesis, el obispo está de acuerdo”. Y yo voy, dice Mercedes. Daniel continuaba ejerciendo su función de sacerdote y Mercedes ya había renunciado y dudaba si Daniel la seguía amando: “¿Me va a seguir queriendo?, porque a veces uno quiere al rol, no a la persona. Y yo estaba sin el rol ahí, era Mechi. Entonces ese tiempo en Venado Tuerto fue asimétrico: él estaba adentro del sistema y yo estaba afuera".
Daniel seguía enamorada de ella: “Lo único que veía de la hermana Mercedes era su rostro y sus manos. Lo que me cautivó fue su forma de ser, su personalidad. Entonces, que hubiera cambiado de ropa no cambiaba lo que me había atrapado”. Y agregó. “Mercedes dejó su mundo para venir al mío, y cuando ya no podía seguir habitando en mi mundo, opté por dejar ese mundo mío que me era familiar para empezar uno juntos”.
Dejar la iglesia
Mercedes relató que su renuncia a la iglesia se dio por una combinación de causas. “Yo ya no era feliz en la orden. Y, a medida que pasan los años, me voy dando cuenta de que sí fue por Daniel".
Por otro lado, Daniel explicó que ella fue la que motivo su salida ”Fue cuando Mercedes me dice que no va a seguir en la ciudad, que ya no podía continuar con esa situación emocional. Y me di cuenta de que no quería una vida sin ella. Entonces fue simplemente tomar la decisión de emprender un camino juntos. Y fue rápido: al año de que ella dejó su congregación, yo renuncié al clero”.
Daniel y Mercedes tenían en claro que querían estar juntos, pero el resto era toda una incertidumbre, no sabían dónde iban a ir ni de qué iban a trabajar. "Tomamos la decisión de irnos a vivir a Buenos Aires, porque era un lugar que nos permitía estudiar y empezar en un contexto donde no fuésemos conocidos. Queríamos comenzar, lo mejor posible, una historia nueva. Y con esa historia nueva empezamos a estudiar y a trabajar”, relató Daniel.
Mercedes explicó: "Ese comienzo fue difícil, porque nosotros teníamos mucha experiencia en la vida espiritual, pero del mundo no sabíamos nada. Hasta las pavadas de vestirse, combinar la ropa, peinarse, saber de música… Entonces un amigo de Daniel nos ayudó muchísimo. Era más grande y nos tomó un poco como sus hijos. Y nos introdujo en el mundo. Nos enseñó desde cómo ir a comer a un restaurant lindo hasta a conversar de boludeces… eso lo tuvimos que aprender, porque siempre hablábamos de temas serios, profundos, siempre tenía que tener un sentido la conversación".
"Él en pocos años, nos metió rápido en el mundo, y ahí sobrevivimos. La parte más dura fue no saber. Después, a los poquitos meses de estar juntos yo quedé embarazada, y ese hijo lo perdimos, nació y murió a las dos horas. Entonces fue muy duro el comienzo. Tuvimos que aprender una vida de trabajo, una vida de pareja, una vida sexual, una vida afectiva… O sea, fueron unos siete años de mucho, pero mucho, aprendizaje", agregó la mujer.
El camino hacia el anglicanismo
Daniel comenta que tras siete años de estar en Buenos Aires, volvió a sentir inquietudes por lo espiritual. Volvió a sentir el llamado. "Solo que esta vez no sabía por dónde encausarlo porque estaba casado, tenía a mis hijas, era feliz con eso. ¿Cómo llevar adelante un sacerdocio? Y dos meses más tarde se abrió una puerta en la iglesia anglicana. Fui encontrando que había un espacio para ejercer el sacerdocio y al mismo tiempo tener una familia”, detalló.
Un giro inesperado
Según Daniel, el amor tiene algo de loco y también del Amor Divino, que nos lleva por lugares que no esperamos. “Un día la Cámara de Obispos de Sudamérica me invitó a hacerme cargo como obispo anglicano de Uruguay. Yo como obispo y ella como misionera. Esto fue en septiembre del 2018. Un mes más tarde, nos despedimos de la Argentina celebrando nuestras bodas de plata con la renovación de nuestros votos”, precisó.
Mercedes comenta que ellos tienen una frase pegada en su heladera que resume su historia: "'Cuando tomás una decisión, se abren puertas que jamás se hubieran abierto si no hubieras tomado esa decisión'. Nuestra vida es así: siempre antes está la decisión. Y claramente no puedo pensar que esto no es de Dios, porque el camino que hemos hecho ha sido un despliegue de ayuda a otros impresionante, entonces no entra en mi cabeza que esto no sea de Dios".
Mercedes (53) y Daniel (57) están casados y tienen dos hijas: Camila (23) y María Carla (26). El matrimonio reside en Punta del Este, donde él es obispo anglicano y ambos han fundado el Soul Institute (Instituto del Alma), a través del cual –como terapeutas profesionales- ayudan a personas de todo el mundo. “Mechi” es entrenadora del Programa para Padres de Mother Union, la única en Latinoamérica, y es especialista en psicogenealogía y master en programación neurolingüística. Daniel ha estudiado psicología, es MBA en dirección de Recursos Humanos y tiene un profesorado en teología y filosofía.
Y se siguen amando con locura, que no es poco.